Hay pasaportes que abren puertas a mundos enteros y otros que ni para cruzar la calle sirven. Hoy vamos a hablar de lo que hay detrás de una Visa, no del plástico que llevas en la cartera, sino del permiso que autoriza o deniega el paso a otros países. Porque una Visa no es solo un papel: es, muchas veces, un espejo sucio en el que se refleja el acceso, el privilegio y las barreras que no siempre se ven.
Lo que una Visa dice sin hablar
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Conseguir una Visa puede ser tan fácil como rellenar un formulario online… o tan duro como años de papeles, entrevistas humillantes y cuentas bancarias que enseñan más de tu vida que cualquier confesionario. Lo curioso es que nadie lo pone en duda: si te la dan, entras. Si no, te quedas fuera. Y no, no siempre depende de tu intención de viajar. Depende de tu pasaporte, de tu país de origen, de tu «categoría social» en el tablero internacional.
¿Te has parado a pensar qué dice eso de nosotros como mundo? Mientras algunos cruzan fronteras como quien cruza una puerta giratoria, otros se juegan la vida por lo mismo. Las políticas de visado no son neutrales: representan quién tiene el privilegio de moverse y quién no.
El privilegio de viajar está sobrevalorado… o no
Hay quien presume de conocer medio mundo. Y está bien, claro que sí. Pero lo hace desde la comodidad de tener un pasaporte que le permite moverse sin demasiadas preguntas. Y eso, amigo, es un privilegio de los gordos. Porque no todos viajan por placer. Muchos lo hacen por necesidad. Por supervivencia. Por no morirse de hambre. O de miedo.
Y claro, mientras unos hacen mochilas, otros buscan coyotes. Mientras tú eliges si ir a Tailandia o a París, hay quienes tienen que mentir para conseguir una entrevista en una embajada. Porque una Visa a veces es la única llave que puede abrir una vida mejor. Pero no todos tienen copia.
El vídeo que te va a remover las tripas
No quiero convencerte con discursos largos ni estadísticas. Quiero que veas esto. Quiero que lo mires y que te sientas incómodo, si hace falta. Porque eso significa que algo se está moviendo por dentro. Pulsa el play. Sin excusas. Aquí mismo, sin moverte:
Reflexión final: ¿Y tú, de qué lado estás?
Este no es un artículo para señalar a nadie. Es para que nos miremos todos un poco. Para entender que hay fronteras que no se ven, pero se sienten. Que el simple hecho de poder planear unas vacaciones ya dice mucho de en qué lugar del tablero estás jugando. Y que la próxima vez que oigas a alguien hablar de «ilegal», «inmigrante» o «refugiado», pienses si tú tendrías otra opción si estuvieras en sus zapatos.
No se trata solo de visados, papeles o gobiernos. Se trata de empatía, de humanidad y de memoria. Porque todos venimos de algún viaje. Porque nadie elige el sitio donde nace, pero algunos tienen la suerte de que ese lugar les da alas, no cadenas.
¿Te has parado a pensar cuántas cosas das por sentadas cada día?
¿Vives aquí y quieres que tu historia cruce fronteras de verdad?
Si eres de los que no quiere limitarse a contar su historia entre cuatro mates y un curro monótono, si te pica la curiosidad, si sientes que tu mensaje puede resonar mucho más allá de tu barrio, tal vez quieras empezar a poner palabras con intención. Escríbeme, hablamos y cruzamos algunas fronteras que sí se pueden reventar desde dentro. Y sí, sin Visa.
Porque a veces, cruzar una frontera empieza con una frase que suena a verdad. Y de eso, yo sé un rato.