¿Alguna vez has sentido que una Visa tiene más poder sobre tu destino que tus propias decisiones? No exagero. En esos papeles timbrados y oficinas llenas de formularios hay más capacidad de bloqueo que en un portero discotequero con mala leche. Y claro, la burocracia que acompaña la obtención de una Visa es como ese invitado pesado que nadie quiere, pero que siempre se cuela en la fiesta.

Pasar el aro: No es viajar, es ganarse el derecho a hacerlo

Te venden la idea de que viajar te hace libre, te abre la mente, te llena de mundo… Pero se cumplen condiciones: tener una Visa, demostrar que no tienes intenciones de quedarte allí a vivir (aunque no tengas donde caerte muerto donde estás), firmar papeles, pagar tasas, y justificar, madre mía, justificar TODO.

Que si tus nóminas de los últimos seis meses, que si tus movimientos bancarios, que si la carta de invitación, que si una reserva de hotel que probablemente cancelarás… y como no les guste tu firma, vuelta a empezar.

Todo se reduce a esto: una decisión en manos de una oficina consular que puede decidir por ti si puedes cruzar una frontera o si te quedas donde estás, viendo vídeos de los lugares a los que nunca irás. Y tú tragas con todo, porque claro, el mundo es de los que tienen papeles… Y dinero. Y tiempo.

La Visa como metáfora de vida: si no cumples las normas, no entras

No se trata solo de entrar en otro país, se trata de lo que eso representa. Tu vida entera resumida en documentos. Lo que has sido, lo que ganas, dónde vives, a dónde vas, y hasta qué día quieres volver. Y si no encajas, no pasas. Así de claro. Así de cruel.

Y aún peor, cuando te toca pelear por una Visa de trabajo, una Visa de estudios o la soñada Visa de residencia, las reglas se multiplican como las cabezas de una hidra. Y cada país con la suya. Que si certificados, títulos traducidos, sellos, apostillas… Te haces un máster en Administración Pública sin darte cuenta.

¿Y qué pasa si te niegan la entrada? Que entonces te conviertes en sospechoso sin juicio. Algo deberás haber hecho mal. O serás pobre. O serás de donde no se puede ser. Tu perfil no encaja. No les convences. Vete tú a saber.

Y sí, los hay que han conseguido el oro del aventurero: la Visa de turista para Estados Unidos. Dicen que si pasas ese examen, podrías hasta convencer a Hacienda de que les debes menos. Un milagro, vamos.

¿Y cuál es la alternativa? Pues pocas, y jodidas

O aceptas el juego, y te conviertes en un héroe de trámites, o renuncias. También hay quien se tira por la vía romántica: «Viajaremos por tierra, nos abrirán las puertas los pueblos». Bono de U2 lo intentó, y acabó rellenando también sus papeles.

En este sistema, hasta para soñar necesitas a veces un sello en la frente. Porque tú no eres libre, no de verdad, mientras alguien tenga que autorizar tu salida u entrada por medio de una Visa. Pero no te das cuenta hasta que lo vives.

Hay quien ya ha hecho arte de este drama, montan negocios solo para ayudar a otros a conseguir el suyo. Y ojo, no les culpo. Si alguien puede ayudarte con el galimatías oficial, bendito sea. Pero no deja de ser un contrasentido brutal: necesitamos pagar para que nos dejen gastar nuestro dinero en otros sitios.

Al final todo se reduce a puertas, papeles, sellos. Y lo que podrías hacer hoy, se retrasa seis meses porque el que firma no ha tenido su café como toca. Viajar se convierte en una lucha, cuando debería ser un derecho.

Y si piensas que exagero, busca lo que hace falta para entrar a Canadá desde según qué países. Vas a flipar. Aquí te dejo el enlace por si tienes curiosidad: Visa para entrar en Canadá.

¿Vas detrás de tu Visa o te vas a quedar esperando?

Mira, si estás pensando en mudarte, en estudiar fuera, o simplemente en viajar a otro país, no dejes que la burocracia te pille dormido. Actúa desde ya. Infórmate, prepárate, organízate. Y si necesitas ayuda con el proceso o quieres que alguien te oriente antes de perder años y paciencia, escríbeme. Para eso estamos también. Porque no todo es esperar a que decidan por ti.

Pide cita aquí, en tu idioma, sin letra pequeña, sin tonterías. Vamos a dejar de esperar y a movernos de verdad. Y si alguien no te abre la puerta, se inventa otra. Pero eso sí, con todo en regla, por lo que pueda pasar.

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